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“Trabajamos de la mano con la comunidad de Calingasta”

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Propietaria de Eluney, una Granja Agroecológica de Calingasta, Silvana Romero comparte su testimonio de vida. Un emprendimiento familiar que, con el aporte del sector minero, podrá techar la granja, a efectos de generar más comodidad para los visitantes. La entrevistada comparte la experiencia de la adopción, y cómo su testimonio ha generado un nexo muy fuerte con padres que están también en el proceso de adopción. La entrevista completa a Silvana Romero en Creación Sustentable, el programa radial de la Cámara Minera de San Juan.

Silvana junto a su madre y su esposo

¿Cuándo comienza este proyecto de granja agroecológica y qué hacen dentro de la misma?

Hace cuatro años comenzamos con nuestra granja agroecológica en Calingasta. Hoy ya estamos viendo los frutos de todo este tiempo de trabajo. En este momento estamos produciendo lo que es dulces, conservas, también tenemos animales; lo servimos como platos principales en nuestro pequeño comedor.

La gente puede visitarnos, desayunar o almorzar al aire libre y disfrutar de nuestros productos y de los paisajes de Calingasta. Hacemos la mermelada de las plantas que tenemos acá, también producimos algo de miel, ofrecemos conejo como plato principal. También tenemos algunas vacas que hemos empezado a ordeñar para hacer el dulce de leche casero. La idea siempre fue tener una granja agroecológica auto sustentable y estamos trabajando mucho para que esto sea así. Trabajamos de la mano con la comunidad de Calingasta que muchas veces nos solicita un poco de verdura o de fruta.

¿Por qué surge la idea de constituir esta granja agroecológica en Calingasta?

Yo soy nacida en Calingasta, mi mamá es de aquí. Luego, y por cuestiones de la vida, nos tuvimos que trasladar a la Ciudad de San Juan, donde me casé y formé mi familia. Luego tuve que volver a Calingasta, porque se nos dio la posibilidad de adoptar a mis hijos que eran de aquí, y con mi marido decidimos dejar todo en la ciudad y nos mudamos a Calingasta. Y, a raíz de que ninguno de los dos tenía trabajo, decidimos abrir esta granja agroecológica como medio de vida.

El ingreso a la granja Eluney ubicada en Calingasta.

¿Fue entonces una decisión basada en el amor y en la familia lo que hizo surgir este emprendimiento?

Tal cual, es así, es más, nuestro nombre “Eluney” significa regalo del cielo, que es lo que sentimos que son nuestros hijos. Incluso aprovechamos las situaciones de la granja para explicar nuestra decisión de amor. Teníamos una gansa que le pusimos huevos de gallina para que empollara, y obviamente lo hizo, y nacieron pollitos en nuestra granja. Nosotros hacemos todo el tiempo referencia de esa situación y se los hemos explicado a nuestros hijos.

Esta granja y este proyecto lo hacemos con mucho cariño, y lo que tratamos de transmitir es el contacto con la naturaleza y usar este nexo, poder dar y recibir amor, y hablar abiertamente de la adopción. Incluso han venido personas a las cuales hemos contado nuestra historia de vida, y hoy gracias a nuestro testimonio hemos generado un nexo muy fuerte con padres que están en el proceso de adopción también.

¿Imagino que tus hijos son parte activa de esta granja agroecológica familiar?

Sí, claro que sí, actualmente nosotros somos cuatro personas adultas trabajando todo el tiempo: mi esposo, yo, una joven que nos ayuda con el tema de la cocina y las conservas, y otro muchacho más que nos ayuda con el mantenimiento general. Nos da mucho gusto poder generar trabajo aquí en el departamento, nos gustaría que fuera mucho más, pero por el momento es lo que necesitamos. Además están nuestros hijos, que por más que sean chiquitos, están pendientes del cuidado, el agua y la alimentación de los animales.

¿Para qué van a utilizar la asistencia financiera del programa para emprendedores de Glencore Pachón?

La verdad, es la primera vez que somos beneficiados con un programa así, y agradecemos mucho a Glencore Pachón porque todo lo que hemos realizado hasta el momento ha sido a pulmón. Nosotros hoy tenemos todo al aire libre, no tenemos nada construido salvo el baño y la cocina. Con este beneficio vamos a poder ponerle el techo a una parte de nuestra granja. Esto nos resulta fundamental porque a veces no podemos recibir gente cuando corre mucho viento o cuando llueve, ya que no teníamos un techo donde la gente podía sentarse a disfrutar de nuestros productos. Por ahí viene gente a desayunar, almorzar o merendar, y por las inclemencias del tiempo no los podías atender. Ahora al techar, vamos a poder tener un lugar mucho más cómodo para que nuestros visitantes puedan quedarse más allá de las inclemencias del tiempo.

Algunos de los productos que ofrece la granja agroecológica.

¿Su vínculo con la minería no solo pasa ahora por el beneficio obtenido de parte de Glencore Pachón sino que desde hace poco le proveen viandas a otra empresa minera?

Sí, se nos abrieron puertas este último tiempo, y hemos podido comenzar a trabajar con la gente de Fortescue. Les estamos entregando algunas viandas, esto nos ha implicado ponernos al día en papeles, Monotributo, etc. Pero estamos muy contentos de poder seguir creciendo y actualmente les brindamos desayunos y viandas para que lleven a sus proyectos.

¿A su vez también trabajan codo a codo con un comedor comunitario de Calingasta?

Sí, nosotros vivimos en la localidad de Alta Calingasta, estamos a casi 5 kilómetros de la villa cabecera, y notamos un par de cosas cuando empezamos a llevar a nuestros hijos a la escuela. Nuestros hijos nos comentaban que había compañeros que no desayunaban, o que no habían comido. Entonces en julio, durante las vacaciones de invierno, les propusimos venir a merendar a 15 chicos que iban a la escuela. La gente nos ayudó mucho, y la escuela también, cajas de leche, harina, etc.

La cuestión es que cuando terminaron las vacaciones, los chicos no iban a poder venir hasta acá a merendar, por el tema de la distancia y el frío. Entonces decidimos empezar a darles la comida, y ahora tenemos 45 chicos de entre 3 y 14 años a los cuales asistimos con los alimentos. Lo que hacemos, o lo que queremos lograr, es que con lo mismo que producimos en la siembra de nuestra granja podamos sustentar el comedor. Los mismos chicos a su vez vienen acá, y hacen talleres que les ayuda a aprender cosas, y a la vez nos ayudan a desmalezar, a sembrar los alimentos, etc. Existe un grupo de mamás que han tenido que aprender cuestiones de panificación: se hacen sopaipillas, budines etc., y todos los domingos se venden esos productos, y con eso se sustenta también el comedor.

¿Te imaginabas esta vida hace un par de años atrás?

La verdad que no, fue todo muy rápido. Nosotros veníamos hace ocho años en una lista de adopción, y nos dijeron que estaba la posibilidad de ser familia sustituta. Nos dijeron que los chicos están tres meses con uno. Teníamos una entrevista en Calingasta y decidimos venir porque existía la posibilidad de adopción con nuestro varoncito, pero cuando nos dijeron que existía la posibilidad de tener también a su hermanita se nos llenó el corazón de alegría. Veníamos a una simple entrevista, y nos preguntaron si aceptábamos a los dos, y ya nos quedamos aquí en Calingasta construyendo nuestro propio lugar. En nuestra granja hay un cuadradito lleno de banderines y colores, que es el primer cuadradito de tierra que sembramos, porque teníamos que demostrarle a la Justicia que íbamos a poder darle sustento, salud, y todo lo demás a nuestros hijos. Así que orgullosamente mostramos este cuadradito en nuestra granja y le explicamos esta historia a cada una de las personas que nos visitan.

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